El presidente ruso Vladimir Putin se ha quitado la careta, con su gesto de recibir a dirigentes de una organización terrorista, con el pretexto de haber sido la opción más votada en las elecciones legislativas en los territorios de Judea y Samaria, Gaza y Jerusalem Este, y que persiste en su ideario de destruir a Israel. En el fondo, el dirigente de Rusia parece olvidar el flalejo de la violencia asentada en su país, auspiciadas por grupos islámicos extremistas. La diplomacia israelí, es de suponer, que extraerá sus conclusiones sobre este hecho que representa un vuelco en el status quo de las relaciones con Israel y la propia Autoridad Nacional Palestina, y es posible que haya caido en la cuenta que se abre un gran abismo entre las buenas intenciones y las voluntades políticas de uno de los ejes del cuarteto de Madrid. Mal van las cosas para el frágil proceso de paz en Oriente Medio, si nos encontramos con actitudes maniqueas e hipócritas, al reconocer, de facto a una entidad terrorista, que sólo tiene, entre sus haberes, haber ganado las elecciones, gracias a la voluntad expresada de una comunidad cegada por el odio. ¿Con qué moral se puede presentar una institución como la representada por la Presidencia de Rusia cuando pregona la necesidad de luchar contra el terrorismo si ya reconoce, de facto, a un movimiento sanguinario, que ha minado toda expectativa de arreglo de un conflicto que dura años?Espero que cuando reciba a la dirigencia de Hamas, se acuerde de Chechenia, las masacres de Nueva York, Madrid y Londres; de la crisis de los rehenes en Moscu...Ojala rememore todos esos acontecimientos que han contribuiido a menguar las libertades en Occidente, por la dictadura del terror. Todo parece indicar que Rusia reconocerá un gobierno encabezado por Hamas, incluso, figurando tal organización en la lista de grupos terroristas perseguidos internacionalmente. Si esto es así el asunto es más grave de lo que parece. No se pretende decir a nadie cómo tiene que actuar, pero el señor Putin debió ser más comedido y recatado, más prudente, al menos, guardar las apariencias, aguardar que Hamas abandone la violencia como forma de hacer política, que reconozca a Israel, e inicie la senda del entendimiento y la paz, único entorno en el que es posible progresar y avanzar. Bien es cierto, y no es de recibo, por ahora, entrar a valorar las causas, que la población palestina se decantó por el apoyo a Hamas, un entidad claramente terrorista, como resultado de su política social y, previsiblemente, como respuesta al descontento con la gestión del gobierno palestino presidido por Ahmed Qurea. Culpar a Israel sistemáticamente es un recurso fácil de quienes son incapaces de comprender el entramado de un litigio entre dos pueblos, agudizados por las Intifadas de los años 1989 y 2000. EL EDITOR