Hoy puede y debe ser un gran día para la democracia israelí. Los ciudadanos están convocados a las urnas para elegir a sus representantes en el Parlamento (Kneset), del que deberá salir el nuevo gobierno. Estamos ante unos comicios anticipados por la renuncia obligada del primer ministro saliente, Ehud Olmert, por razones jurídicas que le afectan, y por la manifiesta incapacidad de la titular de Exteriores, Tzipi Livni, de formar una coalición gubernamental, el pasado otoño, tras la ruptura de las negociaciones con el partido religioso sefaradi Shas. Eso, ya, a estas alturas, es agua pasada, y lo que se dilucida hoy es el futuro inmediato del país.
En estas horas que restan hasta el cierre de los colegios electorales a las 22:00 horas (20:00 horas GMT), sólo cabe el deseo de que la población acuda a votar, que se imponga el sentido común y la responsabilidad. Si bien, esta consulta anticipada, parece de trámite, su importancia es enorme, pues del resultado de la misma dependerán muchos elementos en juego para la sociedad israelí, máxime cuando se halla (nos hallamos) en el delicado trance de soportar presiones internas y externas que afectan a la seguridad, convivencia y bienestar de la población, a tenor de la guerra entablada contra el terrorismo y contra los valores esenciales de la civilización occidental. Unos valores constantemente amenazados por el islamismo radical y violento y por el Fascismo y Nazismo que resurgen en Europa y América Latina, y por las conductas prebélicas de Irán y Siria.
Israel necesita un gobierno fuerte y sólido, fruto de una mayoría absoluta, con la suficiente legitimidad política que no tenga contestación posible frente a los adversarios internos y externos. Pero desgraciadamente, tal como está configurado el mosaico político, resulta casi utópico que se dé esa circunstancia, con lo que, salvo error, el nuevo ejecutivo que surja estará sustentado en la inestabilidad y provisionalidad, hechos nada bueno en un entorno de recesión mundial, e, insisto, de amenaza cada vez mayor, de los mortales enemigos de Israel.
El país se vería agraciado, esperemos, en un futuro no muy lejano, con un líder con carisma y con solvencia ética suficiente, alejado de toda sospecha de conductas indeseables o perniciosas.
ISRAEL GRÁFICO no pide el voto para un partido político o corriente determinada, sólo que los ciudadanos acudan a las urnas, que voten en consecuencia por la pervivencia de la identidad judía de Israel, que salvaguarde el carácter judío del país, sus fronteras actuales.
A votar. Shalom.
El Editor.