En Januca festejamos la victoria de la luz sobre la oscuridad, de unos pocos sobre muchos , de lo sagrado sobre lo profano, del espíritu sobre la materia. El pueblo de Israel, en la época de la hegemonía seléucida, supo sobreponerse al flagelo de la asimilación y de la aniquilación espiritual que pretendía la cultura helénica. Básicamente, en estos ocho día de Janucá conmemoramos la reinauguración del Santo Templo de Jerusalem, y rememoramos los milagros ocurridos en aquella época, especialmente, del tarro de aceite puro que sólo alcanzaba para un solo día y duró para ocho. Festejamos aquella victoria de los hasmoneos contra el imperio greco-asirio, pero fundamentalmente, el de la prevalencia del espíritu sobre la materia. Entre el 25 de kislev y el 2 de tevet prendemos las luminarias de Janucá al caer la noche y en el rezo de la Amidá y de
Bircat Hamatzon (bendición de gracias por la comida, si se come pan), intercalamos la plegaria Por los Milagros o Al Hanisim. En el rezo de la mañana se recita el Halel. Es decir, Janucá se inicia este martes, tras la puesta del sol, y concluye el 27 del presente mes de diciembre (calendario gregoriano).
Estos días son de alegría se toman manjares preparados con aceite y los niños juegan con el dreidel o sevivon. Según escribe el rabino Shraga Simmon, el término hebreo Januca significa inauguración. En el siglo segundo antes de la era común, en la época del Segundo Templo Sagrado de Jerusalem, el régimen asirio-griego de Antíoco se propuso alejar a los judíos del Judaísmo, con la idea de asimilarlos a la cultura helénica y en consecuencia declaró ilegal su observancia, incluyendo el Brit Milá y el Shabat, así como el estudio de la Tora, con el castigo al transgresor con la pena de muerte. Agrega el rabí Simmons, que “muchos judíos, denominados helenistas, comenzaron a asimilarse a la cultura griega, tomando nombres griegos y casándose con no judíos”.
Cuando los griegos desafiaron a los judíos y les ordenaron sacrificar un cerdo a un dios griego, unos pocos judíos valientes tomaron las colinas de Judea en una flagrante revuelta en contra de esta
amenaza a la vida judía.Liderados por Matityahu, y luego por su hijo Yehuda el Macabeo, esta pequeña banda de judíos devotos desató un conflicto armado en contra del ejército sirio-griego.
De todas formas, encendieron la Menorá, y fueron recompensados con un milagro: Esa pequeña vasija de aceite ardió por ocho días, el tiempo necesario para producir un nuevo suministro de aceite.
A partir de entonces, los judíos han observado una festividad durante ocho días, en honor a esta victoria histórica y al milagro del aceite.
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