El 14 de febrero de 1896, Teodoro Herzl, padre del sionismo, publica El Estado Judío, ensayo en el que esbozó el programa del sionismo político, y que daría lugar al restablecimiento en Eretz
Israel del pueblo judío, de forma oficial, en 1948, con la instauración del Estado de Israel en el siglo XX. Hoy es un día de regocijo y de recuerdo de aquel acontecimiento que supuso la publicación de dicha obra, con la constatación de que aquel anhelo de ese intelectual preclaro, en la materialización del hogar del Pueblo Judío después de 2.000 años de diáspora por
todo el mundo, donde pervive la huella de una impronta creadora de sabiduría y progreso del conocimiento en todas sus facetas, particularmente, en España, hasta la trágico decreto de expulsión de los Reyes Católicos en 1492; y en países como Alemania, Francia, Rusia, Turquía.
Aún en la memoria aún reciente persiste el horror del holocausto que se causó seis millones de víctimas, perpetrado por el nazismo en la época más oscura de la historia contemporánea, y hoy afrontamos nuevos peligros y retos ante nuestros mortales enemigos ya sean camuflados en
soflamas progresistas, ya sean explícitos en las múltiples corrientes neonazis e islamistas e incluso en tendencias fundamentalistas de otras religiones y ámbitos de la extrema derecha, con la complacencia o anuencia de los regímenes totalitarios, entre los que sobresalen Irán, Corea del Norte, Cuba, Venezuela, China y Siria, entre otros.
Los recientes atentados contra las legaciones diplomáticas israelíes en Tiflis y la India ponen de relieve una vez más la locura del odio antisemita y nos advierte de que posiblemente estemos en
guerra, aunque solapadamente, contra el eje del mal encarnado en Irán, que, por lo que se ve, pretende una nueva Shoa u holocausto.
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